Mundo de petiseros: ¿quiénes son y cómo trabajan?
Petiseros, la importancia de su trabajo en el polo argentino

Aman lo que hacen. El cariño y la dedicación que sienten por los caballos supera sus largas horas de trabajo durante la temporada. El vínculo construido entre los dos es tan amplio y fuerte que con una mirada se entienden. Son un equipo. Una familia. Este grupo de humano que realiza el trabajo invisible en los palenques. Son quienes se encargan de la preparación de los mejores caballos de polo del mundo para llegar al ciento por ciento a cada partido. En especial los del Abierto de Palermo, el torneo por excelencia. El rol de los petiseros es más importante de lo que muchos creen.
En un principio, los mates pasan acompañados por las risas que armonizan el lugar. Bajo la sombra de los árboles de las canchas de Palermo, los grupos de petiseros, las hormigas laboriosas del polo. Se conocen de memoria, trabajan en un ambiente sereno, amable, donde reina la paz, la calma que antecede a la tormenta, ese sacudón de energía que los llevará a todos a un trabajo al extremo y en conjunto.
En pleno partido, cada petisero cumplirá un rol y en lugar de mates se pasarán monturas, riendas y tacos. Caminan con los diferentes caballos para entrarlos en calor, los llevan a trotar de lado a lado, los bañan para bajarles la temperatura corporal. Estar a cargo de los lotes de caballos de los diferentes equipos no es un trabajo sencillo. En cada palenque del 126º Argentino Abierto de polo de Palermo las rutinas son similares. Y si bien guardan sus cábalas, invitan a un recorrido por entre los más divertidos secretos bajo un manto de buena cepa y humildad.
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“Llegamos una hora y media o dos antes del inicio del partido, mucho más temprano no queremos llegar porque son muchas horas las que pasa el caballo de pie. Durante la previa es bastante tranquilo. Dejamos a los caballos atados, a la sombra, para que vayan aclimatándose”, explica Gustavo Gómez, encargado de la cría de Adolfo Cambiaso, el mejor jugador del planeta e integrante de La Dolfina.
Por reglamento, cada jugador puede anotar un máximo de 12 caballos. Depende del tipo de organización la calidad y cantidad. Hay casos como La Ensenada, La Aguada o La Irenita, cuyos jugadores traen ocho, los mejores, y completan con ejemplares prestados de sus compañeros. También están Cambiaso y los Pieres, que traen alrededor de 15 o 17 caballos, dependiendo el día, y se los prestan al equipo.
Petiseros, trabajo 24/7
Pero para llegar a la hora estipulada, tanto caballos como petiseros deben comenzar su jornada en la madrugada. Su despertador suena a las 4 o 5 de la mañana, dependiendo el horario del partido, y es el momento para soltar el lote en el potrero para moverse y comer. Cumplen con una dieta especial que les permite llegar en condiciones a los encuentros: avena y alfalfa, y se les dan suplementos con vitaminas y recuperadores musculares. Y es constante su hidratación con agua mineralizada para recuperar tanta pérdida durante el juego.
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Luego llega el momento del vareo, donde los encargados vuelven a cerciorarse el estado de cada caballo. Los hacen trotar, moverse. Porque si bien una vez finalizado el encuentro cada uno es revisado, muchos síntomas pueden aparecer al día siguiente. Finalmente, el momento del baño, el cepillado y emprolijar el pelaje: cortar la crin, cepillar y atar la cola, y recortar las orejas.
“Los caballos son como nosotros. Es un animal muy noble, que está acostumbrado a estar con personas. Entonces, si vos le das amor, ellos te lo retribuyen, nos entendemos. El caballo es un atleta, sabe lo que viene a hacer acá, por eso se pone nervioso, o no se mueve, o se muestra ansioso. Cada uno tiene su personalidad”, describe José Ignacio, encargado del palenque de La Ensenada.
Cuando falta menos de una hora para comenzar el partido es el momento de vendar y preparar las patas y las manos, y las monturas. Una buena entrada en calor entre todos los presentes, y el momento de designar a los titulares. Eligen los jugadores, pero siempre un consejo o una mirada extra es considerada y escuchada. Los suplentes serán distribuidos en las cabeceras.
“El caballo sabe cuándo es día de partido. Su rutina difiere de un día de entrenamiento. Las prácticas intensas o la hora en la que despiertan, cambia, y cuando suben al camión lo confirman. Su actitud cambia”, relata Sergio, encargado de la caballada de Polito Pieres, de Ellerstina.
Como trabajan los petiseros el encuentro
Una vez comenzado el encuentro es un ir y venir fuera de la cancha. Un movimiento coordinado, al trote. Rítmico. Son seis en la mayoría de los equipos los encargados que dividen sus tareas, si bien en Ellerstina y La Dolfina este número alcanza los 15 o 20 dependiendo la instancia de partido. Unos mueven y mojan las yeguas, otros colocan las monturas y los detalles prepartido. Son otros los que las montan para hacerlas caminar y calmar los ánimos. En ese momento el animal muestra su personalidad. Aparecen los nervios, pero los equinos son calmados caminando en círculos. Y nadie descuida la hidratación. Por eso, hay un petisero que se asegura constantemente de que los bideones estén llenos.
“Cambió mucho el polo en sus dinámicas. Ahora son partidos donde la explosión y la potencia son cada vez mayores. Para esto, el animal debe estar preparado y concentrado. Antes se buscaba caballos con más resistencia, hoy buscamos explosión. Preparamos los caballos para que rindan tres minutos al máximo nivel y luego tengan su recambio, se recuperen y vuelvan al campo de juego”, explica Raúl, encargado de la cría de Juan Martín Nero, back de La Dolfina.
Lejos de los flashes, son los primeros en marcharse. La necesidad de llegar nuevamente a las caballerizas es primordial. Hay que revisar a cada uno de las lesiones y lastimaduras, curarlas de ser necesario. Además, es preciso colocarles hielo y un lodo refrescante sobre las patas, para iniciar la recuperación tras el desgaste. Una buena ración de comida y mucha agua con minerales y electrolitos para volver a estar al ciento por ciento. Una rutina exigente y rutinaria, para los caballos, esenciales en este gran espectáculo deportivo.
Fuente: La Nación