La historia del accidente de Adolfo Cambiaso
Adolfo recuerda el día que casi se muere ahogado tras un accidente en la ruta

El Honda Accord negro acababa de pasar un camión en la ruta 188 que une Junín con Ameghino, en territorio bonaerense. No es autopista, es mano y contramano. Había llovido. El vehículo pisa un espejo de agua y se torna ingobernable. Da un trompo y los ocupantes ven de frente la trompa del camión que habían sobrepasado. Están yendo hacia atrás de manera desenfrenada. Todo en fracción de segundos. El conductor del auto intenta corregir la dirección. En vano: salen disparados hacia la cuneta, que en ese sector es más ancha. Se asemeja a una laguna. El Honda impacta contra el agua y se levanta desde la cola. Vuelca. Apenas queda parte de las ruedas fuera del agua. Es lo único que se divisa…
Transcurría el mes de mayo de 1992. Adolfo Cambiaso tenía 17 años y ya era un suceso en el polo de Estados Unidos. Las proyecciones lo ubicaban entrando en el equipo de Ellerston, del magnate australiano Kerry Packer, para jugar la temporada inglesa. Y en septiembre, nada menos que su debut en la Triple Corona en la organización Ellerstina, de la mano de Gonzalo Pieres, junto con Mariano Aguerre y Cristian Laprida. Para muchos, Adolfito ya era el jugador del futuro, aunque pocos imaginaban todo lo que lograría desde entonces a estos días, siendo uno de los mejores polistas de la historia.
Circuitos de polo
En esa época, los circuitos de polo del interior de la Argentina todavía tenían cierto peso, aunque el profesionalismo ya les sacaba a las figuras. Igual, había gran actividad en Coronel Suárez, Venado Tuerto, Capitán Sarmiento (El Trébol), Mones Cazón (Magdala), 25 de Mayo (Fortín Mulitas). Y también en Ameghino, en el Media Luna Polo Club. A unos 435 kilómetros de Buenos Aires. Los jugadores a veces viajaban y se quedaban en las ciudades sedes; otros preferían ir, jugar y volver.
La noche anterior llovía y Adolfito Cambiaso imaginó, con lógica, que la actividad del día siguiente en el Media Luna Polo Club, se suspendería. A punto tal que se calzó la campera impermeable y se fue a un bar de Cañuelas a pasar un rato. Presentía que los planes habían cambiado radicalmente. Por eso se sorprendió cuando recibió el llamado a las 7 de la mañana: “Mirá que acá llovió poco y nada. Se juega normalmente”, escuchó en estado somnoliento. Enseguida le transmitió la novedad a su compañero de viaje: Santiago Chavanne, también polista. Que no iba a jugar en Ameghino, pero sí quería ir a ver los partidos.
En media hora, después de armar el bolso, de agarrar los tacos, el casco, las botas, las rodilleras, el guante y la fusta, Cambiaso pasó a buscar a Santiago y emprendieron el viaje desde Cañuelas. Ruta 205 hasta Roque Pérez (unos 70 km), empalme con la ruta 30 y nuevo empalme con la ruta nacional N° 7 (150 km) a la altura de Chacabuco. Hicieron unos 50 kilómetros más, pasaron la ciudad de Junín y tomaron por la ruta 188. De ahí, son 153 kilómetros hasta Ameghino. Con asfalto muy mojado en algunos tramos, no tanto en otros. Hasta que Cambiaso divisó aquel camión al que debía sobrepasar. Como si fuera arriba de la Cuartetera o de alguno de sus clones, miró por los espejos, pasó y aceleró el Honda Accord…
El accidente y los recuerdos
“Mierdaaaaa. Agarrate fuerte…”. Trompo, volantazo, despiste y vuelco. El agua empieza a inundar el auto. Pasaron de 5 a 10 segundos hasta que Cambiaso tomó conciencia de lo que estaba pasando. El verdín dominaba la escena. Se veía poco y nada. Se toca el pecho y nota que tenía el cinturón de seguridad puesto. Gira la cabeza hacia la derecha y observa a Santiago Chavanne moviéndose, pero también atado. Felizmente atados los dos en una época en la que la concientización sobre el uso del cinturón no estaba tan difundida, más allá de algún consejo familiar.
Hoy, con 45 años recién cumplidos, casado con María Vázquez y padre de Mía, Poroto y Myla, y una carrera exitosa como polista y criador, Cambiaso revive aquel momento en el que pudo haber cambiado su propia historia. Su vida. “Sí, nos podríamos haber ahogado. Tranquilamente”, reconoce. “Quizá cuando uno es joven no toma conciencia del real riesgo, algunas cosas hasta puede verlas como aventuras de la adolescencia, pero hoy, a la distancia, tengo claro que la sacamos baratísima, que zafamos de verdad”, acota.
Momento de desesperación
Y enseguida relata ese momento dentro del agua…con todo dado vuelta: “No entendía nada. Buscaba el botón para desabrocharme el cinturón, pero no caía en que estaba al revés: lo buscaba en mi cabeza. Perdés noción de la situación. Son segundos eternos. Encima no se veía nada, entre el barro y el verdín. Apenas pude desengancharme, subí a lo que era el piso del auto y había unos centímetros de espacio donde podía tomar aire, respirar. Junté aire y entonces bajé para ver a Santi. Seguía atado. Me desesperé porque lo vi como entregado en el asiento. Lo desenganché, lo agarré del pelo y lo levanté para que respirara”.
En el relato, Adolfito va recordando detalles. Porque el siguiente paso era ver cómo salían del auto. El agua subía y cada vez tenían menos espacio para respirar. “Me sumergí otra vez. Probé de abrir una puerta, y nada. Quería abrir las ventanas, y nada. ¡Si hasta le pegué unas patadas a ver si podía romper los vidrios! Me puse más nervioso y no sé cómo en ese instante me acordé de un detalle del auto que fue lo que nos salvó la vida. Al lado del asiento del conductor, el Accord tenía una palanquita para abrir el baúl. Tiré de ahí y por suerte se abrió. Lo fui a buscar a Santi y juntos reclinamos los asientos. Entonces salimos nadando por la parte de atrás. Todo flotaba: tacos, bochas, los cascos. Y así salimos a la superficie. Santi me pegó un abrazo tremendo, mientras gritaba ¡Zafamos! “.
Santiago Chavanne
Santiago Chavanne, hoy con 42 años, casado con Lorena y con tres hijos (Lorenzo, Pedro, ambos ya polistas, y Alexia), está más dedicado al mediano handicap y a la cría. Pero tuvo su paso por el alto handicap, jugando entre otros, por El Metejón, Pilará, Chapa Uno…y La Dolfina. En 2004 fue compañero de Cambiaso en el equipo que compartieron con Bartolomé Castagnola y el mexicano Carlos Gracida. Y también tiene su recuerdo del episodio en el que pudo cambiar para siempre su historia.
“Veníamos muy tranquilos, habíamos parado a tomar un café en Lincoln. Y de pronto pasando un camión hicimos patito en el agua. Tengo grabado en la memoria el momento en que salimos disparados para el canal y cómo entramos en el agua. Después que Adolfito me sacó el cinturón, respirábamos como podíamos en ese pequeño espacio, de 5 o 10 centímetros, que quedaba en el piso. Y cuando pudimos salir del auto, lo primero que vimos fueron unas piernas que venían caminando rápidamente hacia dónde estábamos. ¡Eran el camionero al que habíamos pasado antes de hacer el trompo! El tipo clavó los frenos, dejó el camión en la banquina y se metió en el agua para ayudarnos. Un capo”, dice Santiago. Que no duda: “Tengo claro que no fue algo así nomás lo que pasó. Nos pegamos un cagazo bárbaro. El cinturón haciendo presión. Si no me desenganchaba Adolfito… Nos pudimos haber ahogado, sí. Lo más curioso es que después seguimos viaje a Ameghino…”
Denuncia, remise…y a seguir viaje
Con el auto volcado y bajo el agua, Cambiaso y Chavanne volvieron a la ruta. El camionero los llevó a un pueblo cercano, donde hicieron la denuncia policial y pidieron un remolque. Más tarde tomaron un remise, volvieron a la zona donde volcaron, tomaron algunos de los implementos polísticos que flotaban y se fueron a Ameghino. Obviamente, “el tema” de charla de los palenques era el accidente. Cambiaso jugó su partido y concluida la jornada emprendieron el regreso a Cañuelas en el auto del Lolo Castagnola. “A mi vieja no le dije nada hasta que no llegué a Cañuelas”, reconoció Adolfito. “Me enteré al día siguiente. Cuando me contaron lo que les pasó, no lo podía creer”, dice, hoy, Adolfo padre. “Después le compré el auto. Más allá de que había estado unas horas bajo el agua, quedó perfecto y lo tuve como dos años más”, agregó como anécdota.
En una charla informal, aunque teniendo en claro la gravedad del hecho, Cambiaso apunta que en ese momento, en plena adolescencia, lo tomó “como si se hubiera caído del caballo, con esa sensación de que nada grave te va a pasar. Es como que no tenés noción del peligro. Pero cuando te ponés hoy en el rol de padre, decís pucha, si con ese vuelco nos desmayábamos y estábamos un minuto dormidos, no la contamos. Fue bravo, sí”.
El debut en Palermo, seis meses después: ¡16 goles!
Seis meses más tarde, Cambiaso debutaba en el Abierto de Palermo, en la cancha 1, frente a Los Indios. Muchos habían escuchado hablar de ese “fenómeno en ciernes”, pero pocos lo habían visto en acción. Con frescos 17, se presentó a su estilo: marcó 16 de los 23 goles de Ellerstina en la victoria por 23-7. Esos 16 goles en un partido fueron récord de torneo hasta 2006… superado por el propio Adolfito (17) y luego por Agustín Merlos (18) en una misma jornada.
¿Cómo hubiera sido la historia del polo sin Adolfo Cambiaso si el destino le hubiese jugado en contra en esa laguna? Basta con mirar su carrera, los 16 títulos del Abierto de Palermo, los 13 de Hurlingham, los 9 de Tortugas, los casi 1000 goles en el torneo más importante del mundo (979 para ser rigurosos), las 10 Queen’s Cup, los 7 British Open, los 8 US Open, las 13 USPA Gold Cup, el Olimpia de Oro, el Konex, la revolución de los clones. Un polo muy distinto, sin dudas. Dentro y fuera de la cancha.